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‘La despoblación del mundo rural’, por Luciano Cabrera Gil

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fuente : 17 pueblos

Periódicamente y al calor, o no, de resultados estadísticos y demográficos nos encontramos con las noticias, artículos o editoriales referidas al mal denominado “fenómeno” de la despoblación del mundo rural, sin alcanzar a evaluar que dicha proclama no constituye ningún bálsamo en sí mismo para dar respuesta o freno a una situación compleja que afecta al mundo rural de muchas latitudes del planeta. No deben ser fácil, además de complejas, las alternativas que pudieran plantearse.

Se van alineando razones y argumentos coincidentes, cuales son que  el índice de natalidad en las zonas con mejores condiciones de vida decrece, que las ciudades medias y grandes  resultan ser más atractivas para todas las personas, especialmente para los jóvenes, bien sea por las oportunidades de todo orden que ofrecen, o bien porque las mismas no se ofrecen fácilmente  en el mundo rural, en los pequeños municipios, además de la difícil adaptación que  soportamos a nuevas formas de vida de las personas, de las familias, y de los movimientos de las personas de unos territorios a otros en busca de unas mejores condiciones de vida para sí o para sus familias. La búsqueda de rentabilidad lucrativa incluso en los servicios públicos favorece negativamente su prestación o eliminación, conllevando pérdida de oportunidades, de empleo, y de actividad económica. La aparición de nuevas fórmulas de comercio, sean medianas o grandes superficies, sea electrónico. La oferta de productos procedentes de otras latitudes en ventaja de costes, extremo que contribuye a la disminución económica de producción y comercialización de distinto tenor, siempre en detrimento del sector más vulnerable, el negocio del pequeño productor o comerciante. Los déficits en infraestructuras y comunicaciones, muchas veces, frente a otros espacios más competitivos en zonas de desarrollo.

Todo lo anterior, junto con otros planteamientos, se convierte en terreno abonado para que el declive del mundo rural vaya tomando tintes que han de pasar de la preocupación a la ocupación en dicha tarea, de forma inmediata, al igual que con el cambio climático. No debemos permanecer como meros espectadores de la despoblación de nuestros pueblos, ni conformarnos con conocer si el municipio que habitamos tiene mayor o menor porcentaje de pérdida de población frente al resto. Pues sea cual fuere, en cualquier Comarca es un asunto que hemos de sentir todos como propio. No puede ser motivo de complacencia asistir  impasibles a la cruda realidad que obliga a ver tantas casas vacías, tantas calles con pocos vecinos, tantas personas y familias con futuro más que incierto, colegios con menos alumnos cada año.  Es un asunto de todos y no puede valer el “sálvese quien pueda”.

Dispone el mundo rural, como cada uno de sus pueblos, de servicios públicos básicos suficientes para vivir en condiciones dignas, si bien empieza a haber menos disposición de lo que es más básico aún, las personas que hagan uso de esos servicios.

Hay que descartar intervenciones de ayudas económicas puntuales procedentes del Estado o Comunidades Autónomas, por cuanto acaban constituyendo intervenciones puntuales que se convierten en problemas estructurales, y si establecer un marco temporal a medio y largo plazo, con herramientas que permitan evaluar el alcance y resultados del gasto o esfuerzo realizado. En una sociedad viva, cambiante y hasta imprevisible los nuevos métodos pueden quedar desfasados en breve tiempo. Programar, de forma consensuada con el mundo rural, con cautela, al tiempo que con ambición, podría ayudar a encontrar el objetivo fijado.

Los Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial no se han protegido suficientemente, hasta el punto  de que con el paso de los años el “ poder de los medios de comunicación” ha marcado demasiadas y erróneas directrices, influyendo en exceso sobre los Poderes establecidos; si bien, ha sido ,y pretenderá serlo en lo sucesivo, el “Poder Económico” el mayor causante de  tanta distorsión, de tanta desviación, por su apetito insaciable de hacer más y más rentable su capital, a costa de eliminar servicios públicos básicos, pasando por encima de  cualquier  premisa, si bien con la permisiva regulación legal que lo ha ido favoreciendo. En suma muchos “poderes”, y menos “quereres” en la cuestión de la economía equilibrada entre territorios y personas.

Partiendo de lo anterior, siempre he apostado por valorar los estudios, los análisis y las reflexiones de todo origen, aunque me he inclinado por dar el paso a las propuestas, a las acciones de menor o mayor entidad, a actuar como mejor método de cambiar desde el momento actual lo posible para que el día después sea mejor, y que un futuro más armónico sea posible. La crudeza de la despoblación radica en ese comportamiento, respetable, de declaraciones que no van más allá de su expresión, si bien hay que darle su justo valor. Basta consultar cualquier noticia para ver índices o porcentajes, incluso palabras de testigos del mundo rural, aunque pocas o ningunas veces se aporten propuestas o soluciones, para hacer de la despoblación y la debilidad que representa, una fortaleza que nos permita recuperar o mantener población, con todo lo que ello significa.

En esa línea entiendo que no se ha de tener miedo a valorar la incorporación de personas procedentes de otros territorios, sean inmigrantes o refugiados, sean de una u otra raza, siempre procurando la regulación e incorporación en términos y cuantías razonadas, y que existan posibilidades de integración en todos los sentidos. No será suficiente con bajadas de impuestos o practicar políticas de repoblación si no son sostenibles. No siempre serán exitosas las experiencias importadas, pues cada municipio tiene sus particularidades. Tal vez la oferta medida y ordenada, valorando los aspectos económicos, sociales y la demanda de empleo y desarrollo o recuperación en determinados sectores, contribuya en alguna medida a ese freno a la despoblación. También el mayor nivel de actividad en sectores como el turismo rural, el agroturismo, el sector artesanal, las nuevas oportunidades de las tecnologías, industria principal y auxiliar derivada del sector agroganadero. Incluso ejercer presión sobre las empresas medias o grandes para aplicar esfuerzos en el ejercicio de su responsabilidad social frente al ámbito territorial que les fortalece día a día.  Acaso no se deba obviar que el más ambicioso, calculado, aprovechamiento de cada uno de los recursos autóctonos de cada territorio sea parte del motor que haría posible, además de un mayor desarrollo, un vehículo para dar respuesta a las aspiraciones de las personas de los pequeños municipios. Así como a las Comarcas que conforman, haciendo posible la recuperación de población, al tiempo que se haría lo verdaderamente interesante, que, a mi juicio, es que quienes quieran y puedan vivir en los pequeños municipios tengan oportunidades y condiciones ciertas para hacerlo, y puedan sentir satisfacción por ello. Con ilusiones, ambiciones, y acciones acertadas conquistaremos un futuro