La historia de ‘Josefina’, la grulla más famosa de Europa, y sus inviernos en Los Pedroches
fuente : el día de córdoba
- La primera ‘Grus grus’ anillada a la que se le dio nombre propio inverna cada año en Córdoba
- Nacida al Sur de Finlandia, tiene 21 años y ha criado cuatro pollos en las últimas tres temporadas
- Es una celebridad para los naturalistas y en Gallocanta tiene incluso su propio ‘merchandising
Josefina trompetea bajo el sol invernal de Los Pedroches. Una mañana cualquiera del mes de enero se pasea enérgica entre los sembrados, captura una lombriz, picotea semillas. Patilarga y con un plumaje que podría ser la envidia de cualquier zancuda. Y, aunque sea una grulla más entre la multitud, entre las miles que estos días pasan la invernada en el Norte de Córdoba, es muy especial: «Fue la primera anillada que se documentó en la laguna de Gallocanta, entre Zaragoza y Teruel, durante el paso de aves invernantes en 1999, cuando solo era un pollo», resume el naturalista Juan Manuel Sánchez, un agente de Medio Ambiente que hace varias temporadas resolvió la incógnita de adónde se dirigía este ejemplar tras cruzar los Pirineos. Su destino soñado no era otro que Los Pedroches.
Porque el rastro de Josefina, cuya presencia de paso en Aragón está documentada de manera insistente durante dos décadas, se perdía ahí. «Hasta que una mañana que estrenaba un teleobjetivo en una zona de dehesa de Los Pedroches descubrí una grulla que pude fotografiar con acierto. Contento con el resultado, lo mostré en Ibergrus, un grupo de una red social donde hay un buen número de compañeros que comparten la pasión por estas aves, sin imaginar que la fotografiada fuera una de las aves más emblemáticas que ha propiciado el anillamiento europeo con colores», cuenta el aficionado. Más información
Ahí estaba Josefina, que hasta tiene su propio merchandising en Gallocanta y una legión de fans, naturalistas y ornitólogos de toda Europa que la buscan allá donde va. Podría decirse que Josefina es una turista nórdica, de esas que todos los inviernos llegan al Sur de España en busca de una dieta detox y un clima templado. Y de alguna manera es verdad. Así que para prevenir la llegada de simples merodeadores, desvelado que su paradero es Córdoba, mejor no conocer el lugar exacto de su dormidero, aunque esto suponga negar el «dónde», una de las cinco claves del periodismo: «Las grullas son huidizas y se las molesta pronto», se disculpa Sánchez.
Pongamos que Josefina está con su polluelo en la dehesa pedrocheña y que en estos instantes se entretiene pelando una bellota con su pico puntiagudo y amarrillento, como hacen todas las otras grullas, ajena a las miradas escrutadoras y a los foros en internet que la retratan. Natural de Kymenlaakso (Finlandia), a medio camino entre Helsinki y San Petersburgo, fue anillada con unas semanas de edad por Mikko Hannonen. «Con ella empezó todo, al despertar la curiosidad de personas que hasta aquel momento observaban grullas con el deleite de sus trompeteos invernales, o la espectacularidad de la salida o entrada al atardecer de los bandos a la laguna de Gallocanta», explica el experto.
El anillamiento brindó la oportunidad de conocer mucho más sobre estas aves, profundizar en su biología y comportamiento y de establecer contactos entre los especialistas, como así ha sido. Pronto surgieron organizaciones como la Asociación de Amigos de Gallocanta y, en 2014, Grus Extremadura, cuyos censos han servido para cruzar datos y mejorar el conocimiento de estos animales, muchos de los cuales tienen nombre propio por sus persistentes visitas: Sara, Cirilo, Rita…
Se ha logrado saber que Josefina ha sido madre de cuatro pollos en los últimos tres años, y que cada mes de noviembre, cuando el frío aprieta en su Finlandia natal, emprende un vuelo de 3.500 kilómetros hasta Córdoba en busca del sol y de las bellotas que las dehesas de Los Pedroches le brindan; en esta temporada, se la volvió a documentar en la provincia el 26 de noviembre, lo que confirmó que, sí, a Josefina le gusta Córdoba. Durante el día picotea continuamente, se alimenta de unas ocho o diez bellotas por jornada, pequeños insectos y semillas. Casi todo le gusta. Y, con la caída del sol, sumerge sus largas patitas en el agua para descansar. Tal vez así se quite la morriña de los paisajes líquidos de su Finlandia natal, aunque eso es mucho más de lo que puede saberse por unas simples anillas de colores