La UCO descubre que la capacidad de la dehesa para absorber carbono no varía según sus usos
Un equipo de investigación ha participado en un estudio que ha comparado dos sistemas de aprovechamiento del suelo mantenidos durante 22 años
Un equipo de investigación de la Universidad de Córdoba (UCO) ha participado en un estudio que muestra, tras comparar dos sistemas de uso del suelo mantenidos durante 22 años, que la capacidad de la dehesa para secuestrar carbono es la misma si ésta se dedica a pastos permanentes o mantiene cultivos ocasionales.
Así lo ha indicado la institución universitaria en una nota en la que ha señalado que la dehesa es un ecosistema que cubre alrededor de cuatro millones de hectáreas en las provincias del sudoeste de Andalucía. Este sistema donde conviven árboles, pastos y ganado aporta una serie de servicios ecosistémicos entre los que destaca la fijación de CO2, que implica la reducción de su presencia en la atmósfera. La dehesa puede acumular cantidades que van entre las 25 y las 75 toneladas de carbono orgánico por hectárea. Sin embargo, el almacenamiento y la dinámica del carbono orgánico del suelo dependen de la región, el tipo de suelo, la climatología y el manejo del suelo.
Ante la falta de trabajos previos que midan la distribución en profundidad de la concentración de carbono orgánico en dehesa, un equipo de investigación de la Universidad de Córdoba compuesto por Lizardo Reyna, Jesús Fernández Habas y liderado por la profesora Pilar Fernández, junto a un equipo de investigación del IAS (CSIC), liderado por José Alfonso Gómez, han profundizado en el análisis de la distribución de carbono en suelo en una dehesa dividida en dos áreas sobre las que se aplicaron diferentes manejos de suelo y en las que se encontró una concentración de carbono similar.
Las parcelas elegidas fueron, por un lado, una en la que se había cambiado el cultivo ocasional por los pastos permanentes. Era una dehesa con encinas jóvenes (plantadas en 1995), pastada por ovejas desde el año 2000 (seis meses por año).
Antes de esto, se gestionaba de la misma manera que la segunda área evaluada en el estudio, una dehesa adyacente de encinas maduras muy espaciadas entre las que se cultiva una mezcla de veza y avena cada tres años y se labra con arado chisel (herramienta que permite labrar el suelo, sin invertirlo entremezclando superficialmente los restos vegetales). Se analiza cómo cambia el secuestro de carbono por parte del suelo debido a esta transformación producida hace 22 años.
Después de 22 años la distribución del carbono en suelo de las dos dehesas es similar, con aproximadamente 40 toneladas por hectárea en los primeros 100 centímetros de profundidad. La diferencia de manejos solo se refleja en un aumento de la cantidad de carbono orgánico en la superficie del suelo, que fue mayor en la dehesa transformada en la que se suprimió el cultivo y el laboreo.
En la dehesa cultivada, la presencia de árboles maduros modificó significativamente la distribución del carbono orgánico del suelo en su entorno, aumentando la relevancia de la fracción desprotegida, que es la materia orgánica que tiene un periodo de permanencia menor en el suelo, ya que es más degradable. En cambio, bajo la copa de los árboles plantados en el año 1995 la concentración de carbono orgánico fue similar a la de los claros.
Serían necesarios, como ha indicado Pilar Fernández, “más de 22 años para que el efecto de los árboles modificase de manera sustancial el carbono orgánico del suelo en sus inmediaciones”. Mientras tanto, “este estudio contribuye a la investigación con una cuantificación rigurosa del contenido total de carbono orgánico en dehesas en ambientes típicos mediterráneos”